Tendido en la hierba, a la sombra de un árbol, apenas se distingue el movimiento acompasado de su respiración. Con la tranquilidad del que se siente poderoso sestea indolentemente…
Dos ópalos brillantes centellean cada vez que entreabre los ojos . Con lentitud estira el cuello hacia atrás, rueda sobre su espalda y retumba en su pecho, como un pequeño seísmo, el tambor de su ronroneo. Se incorpora con suavidad para observar atentamente su territorio y con indiferencia estudiada se acicala el pelo. Enseña sus armas al estirar los dedos y con ellas deja un mensaje casi invisible para algún alma trasnochadora que quiera acompañarle en sus cacerías nocturnas.
La brisa y los reflejos del sol provocan un oleaje de chispas cobrizas que nadan en su pelo..y su cola , cual látigo, describe enigmáticos arcoíris … Es la herencia de su tribu, de los escudos que portaban los guerreros, de las gemas que escondían sus doncellas.
Como los textos del Ramayana las manchas de su piel componen versos que cuentan mil batallas, estrofas que bailan mil romances. Si las sigues una a una, si las sueñas noche tras noche, el jeroglífico descifrado te llevara a su corazón.
Es el tesoro de Bengala, es la joya del Maharaja
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